sábado, 11 de julio de 2009

Sobre una noche en vela

Ojeras. Eran dos putas ojeras.
María se miró en el espejo con más detenimiento. Haciendo una minuciosa inspección recorrió sus ojos, sus labios, sus dientes. Abrió la canilla y dejó correr el agua mientras se retorcía nuevamente sobre el water. Ya le quedaba poco en el estómago y la noche anterior se había convertido en una masa gelatinosa (parecido a lo que le devolvía la mirada desde el fondo del water ) e incierta. Los recuerdos volvían como mirados a través de una cortina de agua mientras ella zambullía su cabeza en el chorro de la pileta.
Salió al living y recorrió algunas caras familiares entre la gente dormida. Recordaba ese living al principio de la fiesta. Si no fuera por el color de las paredes y la moquete sucia estaba prácticamente irreconocible.
La luz entraba por la ventana del apartamento, María vió la tarde que comenzaba a caer. No tenía reloj. Nunca usaba reloj y se preguntó que hora sería. Se suponía que había un reloj de pared cerca de la puerta pero el espacio ahora se encontraba vacío.
Buscó su campera entre la gente que ahí dormía, encontrándola como almohada de una pareja que parecía haberse apropiado de los abrigos de toda la comitiva para no pasar frío. Probablemente estaban tan borrachos que ni cuenta se dieron de cuando la recuperó.
Caminó hacia la puerta que por suerte estaba abierta. No quería enfrentar al dueño de casa, no quería que tener que pasar por la molestia de despertar a alguien con sus olores, sueño y los recuerdos, los recuerdos que sentía agolparse detrás de su cabeza pero de los que no quería saber nada.
El ascensor llegó rápido, la resaca se empezaba a sentir. Al entrar recordó que estaban en un piso doce de un edificio de pocitos. Apretó el botón que decía PB. De entre la niebla de la noche le surgió una canción de Tom Waits que no venía al caso. No sabía porque; pero siempre solía acordarse de esas bobadas, sobre todo cuando necesitaba llenar la cabeza con algo que le presentara pelea a la resaca que ya se adueñaba casi completamente. Le dolían los dientes. No podía evitar la sensación de que ella estaba ahí, de pie contra una esquina del ascensor sin moverse y que al revés de lo que suele creerse era el resto del edificio el que subía.
Llevó la mano derecha al pequeño bolsillo del jean buscando algo que no encontró. Y ahí se acordó.

-¡La puta madre que lo parió!-

Golpeó la pared del el ascensor que amagó a atascarse.
La bolsita con la merca no estaba y si algo le molestaba era no saber que había pasado con ella.
"And they all pretend they're Orphans
And their memory's like a train"

Su cerebro aceitado por el alcohol se disparó a la búsqueda de la bolsita perdida. Sin embargo había una significativa porción de la noche perdida, estrellada en mil pedacitos de cristal que ahora se clavaban en su cabeza.
"You can see it getting smaller as it pulls away
And the things you can't remember
Tell the things you can't forget that
History puts a saint in every dream"

“Perdido por perdido”, mejor no pensar más en la escama y ponerse la campera. Bien abotonada hasta arriba.
"Well she said she'd steak around
Until the bandages came off
But these mamas boys just don't know when to quit"

El portero la recibió con una mueca entre sonrisa y que-cara-mija mientras le abría la puerta con un sonoro “Buenas tardes”(demasiado sonoro para el delicado estado de los tímpanos de María).
El frío golpeó con fuerza contra su cara y se coló hasta sus huesos que parecían más sensibles que de costumbre. Conocía la sensación. Buscó un pucho en el bolsillo de la campera y a esperar el bondi.
Por suerte Waits aún le cantaba al oído:
"And Matida asks the sailors are those dreams
Or are those prayers
So just close your eyes, son
And this won't hurt a bit

And it’s time, time, time..."

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