Y así fue. Una masa oscura y viscosa, un aura de aburrimiento que se arremolinaba a su alrededor y que por las noches se transformaba en una grotesca araña de proporciones descomunales que le susurraba al oído mientras intentaba dormir. Una habitación que se llenaba con montañas de cigarrillos que escalaba hasta altas horas del amanecer donde en las noches de tormenta remontaba cometas, a la caza de algún rayo o algún submarino.
Parecía que el universo entero había dado un pequeño salto a la izquierda después de aquel invierno, un tropezón que había dejado al descubierto capas de realidad que se desplegaban como un abanico, de su cabeza, como de una tele mal sintonizada emergían sombras, fantasmas, gente que era sombras que era gente que no eran en realidad.
Sí la frase "¿Quien sos en realidad?" siempre fue difícil de responder más difícil se hacía de preguntar. Y sin embargo, como dije, el aire extrañado por el olor casi imperceptible del tedio dejaba al pasajero de este tren, su tren, El tren, Ella tren, con una mueca enrarecida de perfecta entonación. Pero no por un conocimiento o dominio de la situación. Es, simplemente, porque pega con el fondo. Todo parece pegar con la puta cortina musical.
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