lunes, 7 de septiembre de 2009

#.

Despierto bajo la lluvia de Enero, no conozco tu cara pero nos gusta tu sonrisa. Me desperezo y comienzo el pastoso ritual de lo cotidiano. Sus muslos apenas despiertos, mis ojos apenas dispuestos a la caridad. Me recuesto sobre un borde, hay ecos, está el calor del veneno que todavía corre por sus venas. El humo de los cigarrillos dibuja escaleras, hacia arriba, hacia abajo, un castillo de pasadizos, sobre los cuales, crustáceos, yacemos fuera de todo, dentro de la nada, en su mismísimo centro.

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