jueves, 11 de febrero de 2010

Puro amor

Me levanto. Cuando apoyo los pies en el suelo siento el piso de madera y el aire tibio que se cuaja en la habitación. Enciendo un cigarro que aumenta la sensaciòn de calor agobiante y empiezo a caminar. Ella apenas se mueve en la cama. Me dedica una mirada aburrida, blonda, impertérrita.
El baño me recibe sucio y desordenado. Sin embargo, siendo una de las pocas habitaciones de la casa con baldosas me encuentro más fresco. Fumo en la oscuridad, me arden los ojos, los cierro. Me ataca la noción del dolor que recién hace su entrada triunfal a mi cabeza. Un gigante que de un salto se coló a mi cerebro.
Estoy sentado en el water cuando siento que alguien entra. Apenas atino a entre abrir los ojos para ver su figura traspasando el umbral de la puerta. No me siento revitalizado.
De pie se apoya sobre mi costado y me mira. No abro los ojos pero sé que me mira. Me mira como quien un animal que apenas aprueba.
Largo el humo del cigarro sobre su cara. La desprecio, cada dìa màs y màs. Un sentimiento recíproco que probablemente sea lo único que todavía me mantiene acá, encerrado en esta habitación.
¿Su reacción? Predecible. En un movimiento me tira la cabeza hacia atràs agrrandome por el pelo mientras mete la otra mano en mi pantalòn, màs como un hurto que una caricia empieza a darme caña. Y yo aguanto. Aguanto porque no quiero seguirle el juego, aguanto porque me da asco que sea como es, aguanto hasta que no aguanto màs y tomándole de por los hombros la estampo contra la pared que tengo en frente. Aprieto los dientes y mi cabeza gira a mil revoluciones por segundo alimentada por un solo combustible: "¡Venganza!".
La tomè, la usè como a una muñeca, como una niña, le de probar todo y todo lo recibiò gustosa. Arañando, mordiendo, pegando, aullando de placer y dolor. Y yo, que idiota, sentìa que con cada movimiento le apuñalaba, que aquello era un desafìo, una provocaciòn, un pelea.
Finalmente quedamos los dos tendidos en el piso del baño, alejados, apenas mirándonos, como sopesando el silencio y el calor.

-Me tengo que ir- "Para siempre" fue lo que me faltò decir, siempre fuì un cobarde, pero ella lo entendiò. Tanto una cosa como la otra.

-, va a ser mejor- Dijo mientras examinaba un raspòn en su espalda. - Yo me voy a quedar acà, cerrà la puerta y dejà la llave-

Me levantè, me terminè de vestir y nunca màs pienso volver.

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