Me levanto. Cuando apoyo los pies en el suelo siento el piso de madera y el aire tibio que se cuaja en la
habitación. Enciendo un cigarro que aumenta la
sensaciòn de calor agobiante y empiezo a caminar. Ella apenas se mueve en la cama. Me dedica una mirada aburrida,
blonda,
impertérrita.
El baño me recibe sucio y desordenado. Sin embargo, siendo una de las pocas habitaciones de la casa con
baldosas me encuentro
más fresco. Fumo en la oscuridad, me arden los ojos, los cierro. Me ataca la
noción del dolor que
recién hace su entrada triunfal a mi cabeza. Un gigante que de un salto se
coló a mi cerebro.
Estoy sentado en el
water cuando siento que alguien entra. Apenas atino a entre abrir los ojos para ver su figura traspasando el umbral de la puerta. No me siento
revitalizado.
De pie se apoya sobre mi costado y me mira. No abro los ojos pero sé que me mira. Me mira como quien
vè un animal que apenas aprueba.
Largo el humo del cigarro sobre su cara. La desprecio, cada
dìa màs y
màs. Un sentimiento
recíproco que
probablemente sea lo
único que
todavía me mantiene
acá, encerrado en esta
habitación.
¿Su
reacción? Predecible. En un movimiento me tira la cabeza hacia
atràs agrrandome por el pelo mientras mete la otra mano en mi
pantalòn,
màs como un hurto que una caricia empieza a darme caña. Y yo aguanto. Aguanto porque no quiero seguirle el juego, aguanto porque me
da asco que sea como es, aguanto hasta que no aguanto
màs y
tomándole de por los hombros la estampo contra la pared que tengo en frente.
Aprieto los dientes y mi cabeza gira a mil revoluciones por segundo alimentada por un solo combustible: "¡Venganza!".
La
tomè, la
usè como a una muñeca, como una niña, le
dì de probar todo y todo lo
recibiò gustosa.
Arañando, mordiendo, pegando,
aullando de placer y dolor. Y yo, que idiota,
sentìa que con cada movimiento le apuñalaba, que aquello era un
desafìo, una
provocaciòn, un pelea.
Finalmente quedamos los dos tendidos en el piso del baño, alejados, apenas
mirándonos, como sopesando el silencio y el calor.
-Me tengo que ir- "Para siempre" fue lo que me
faltò decir, siempre
fuì un cobarde, pero ella lo
entendiò. Tanto una cosa como la otra.
-
Sì, va a ser mejor- Dijo mientras examinaba un
raspòn en su espalda. - Yo me voy a quedar
acà,
cerrà la puerta y
dejà la llave-
Me
levantè, me
terminè de vestir y nunca
màs pienso volver.