¿Cómo llegamos a esta porquería? Digo, caminar por la calle. En las paredes hay afiches con publicidad. En la parada del ómnibus hay publicidad. Bajo la mirada. Panfletos por toda la vereda. Más publicidad. Entro al bar. En la tele están pasando un reclame. Pido cigarros. Vienen con una imagen de la campaña estatal anti-tabaco en el paquete. Salgo. Pasa una camioneta con altoparlantes que escupen avisos sobre algún negocio local. Me llega un mensaje de texto con una oferta de la compañía telefónica. Me detengo en un semáforo. Los autos tienen pegotines con publicidades de supermercados y boliches.
¿Para qué queremos religiones? Tenemos promesas del cielo en la tierra día a día. Al menos para ir haciendo boca. Hasta que la muerte nos separe.
Claro. Después se quejan de la violencia, el alcohol, las drogas, el desinterés. El aparato de frustración te va comiendo el alma. Y ojo. No digo que sea culpa de la publicidad. Ni que las drogas o la violencia sean malas. Creo firmemente que hay algo profundo y podrido dentro de cada uno de nosotros. Sin embargo esto parece ir directo a eso. la publicidad conecta por debajo de todas las capas hasta ese centro blanduzco y somnoliento.
Es como el speed de las promesas vacías. La religión te pone el azúcar delante del hocico mientras te usa toda la vida. "Buen animalito. Cuando mueras vas a disfrutar del rico dulce". Al menos te morís antes de enterarte de que era todo una gran estafa.
No jodan. Si quieren el infierno salgan a caminar.
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