Venía caminando calle abajo con una esperanza a medio armar, las costuras de la campera descocidas y unas ganas tremendas de prenderse del primer par de caderas que se asomaran por esa larga tarde de verano.
Caminaba descolorido, como contando los pasos. Había pernoctado en casa de unos amigos y recién en ese momento decidió desandar el camino andado hasta su casa en pleno Barrio Sur.
La noche la recibió con tinto aguado y tabaco en abundancia. La joda se había armado a dos cuadras de allí, en casa de unos vecinos. Curioso, como un asado en la vereda se convierte por arte de magia en reunión vecinal y finalmente en fiesta del barrio.
Solo, Santiago tomaba recostado contra una pared. Alguien había arrimado un par de parlantes y la cumbia empezaba a hacerse sentir en las muelas. El baile se armó en la calle. Fin de año se sentía en el aire.
A medio camino entre la sórdida borrachera y la demencia tropical divisó una abundante cabellera roja pegada a un nada despreciable par piernas que enmarcaban un nada despreciable culo que, moviéndose al compás del bailongo, era aún menos despreciable.
Rápidamente trastabilló camino a la pelirroja quien ya viéndole venir se preparó para la mecánica de ataque.
Santiago se agitó, zarandeó y movió tanto como pudo, ella se rió, el disparó un par de frases que le permitieran entablar una conversación y para antes de las 2 a.m. ya se habían apartado un poco del jolgorio e intercambiado teléfonos.
Para el momento en que emprendieron la vuelta (ella a su casa, el gentilmente acompañandole), dos cosas embotaban la cabeza de Santiago: El alcohol, y las curvas que, siguiendo bien de atrás, se vislumbraban entre los pliegues del ligero vestido azul que tan bien se ceñía a su cuerpo.
-¿Querés pasar?-
La pregunta le sacó de su ensimismamiento.
-¿Qué?-
-Que si querés pasar-
Las neuronas de su cabeza reventaban como pop-corn y millones de ideas y fantasías se formulaban en su mente.
-Sí, sí, por supuesto-
Las escaleras del antiguo edificio subían y se solapaban unas contra otras en absoluto silencio. El piso de baldosa y la falta de luz aumentaban la sensación de frío. Subían tomados de la mano, ella, cual náyades le guiaba hacia su cuarto, hacia sus aguas, a sus ríos.
Repentinamente, en el tercer descanso se detuvo en seco, ¿Cuanto iban a seguir subiendo?, tiró de su mano trayéndola hacia sí, le rodeó con su otro brazo, la presionó contra su cuerpo y le estampó un beso en plena noche de Noviembre.
En un estertor los brazos de ella se interpusieron entre los dos desembarazándose de el.
-No, no, ¿Qué hacés? Así no- Se quejó e inmediatamente se propulsó escaleras arriba.
Santiago dudó si debería de seguirla. Escuchó, un descanso, llaves, el portazo y el sonido final de la cerradura instaurando un mundo entre los dos.
El, aún parado en el descanso juntó aire, -¡Hija de puta!- gritó hasta quedarse seco, y emprendió el camino de vuelta a casa.
quién no tiene una historia así para contar? Muy bueno como la armaste, parece que la veo.
ResponderEliminarMe perdí, era fin de año o Noviembre? Ah, fin de año por Noviembre? Me había imaginado tipo 31 de diciembre! A mi también me pareció ver la historia, como un corto, nice!
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